miércoles, 25 de agosto de 2010

Arcilla

Si, son las tres cuarenta y siete de la mañana y en un momento así me dieron ganas de escribir. Después de una larga semana que culminó en encuentros, desencuentros, cosas que no podrían llegar a suceder; me nace la inquietante pregunta....¿Podemos escapar de nuestra esencia, para vendernos a algo que no somos? muchas veces creí responderme esa pregunta con un sí, con decir mira aquí va javier el que se es genial. A la larga por más sombreros que te pongas, no puedes ocultar nunca la cabeza que lo usa.
Muchas veces olvidamos por completo ver desde donde nos formamos, los momentos y lugares en los cuales nuestra personalidad y actitudes de moldearon para crear a esa carla, a ese matías o cualquier nombre en el que estés pensando.
Muchos no lo saben pero nací siendo parte de una familia mezcla de gente de derecha y gente de izquierda; cosa que agradeceré hasta el último de mis días. Gracias a que pude conocer realidades opuestas, un pequeño niño de lentes pudo ir dando sus primeros pasos al conocer a las personas. Más de alguno de los que lee puede haberme conocido en etapas anteriores y puede pensar que quizás no fui alguien muy pasable de chico....a veces uno cree estar bien sin oir voces externas.
Aún dentro de ese amalgama de vivencias e instancias, pudo salir alguien que aprendió a ver a las personas más por quienes son que por sus apellidos, cargos o apariencias. Les aseguro que esa persona jamás olvidará los buenos momentos que podamos haber compartido e incluso les agradecerá los momentos de tensión ira y frustraciones. Ese alguien sabe que cada experiencia que se vive, para bien o para mal nos transforma y nos debe llevar a enaltecer categóricamente para poder mirar mucho más que con los ojos.... después de todo no necesito lentes para poder verlos bien.

jueves, 19 de agosto de 2010

Tecnologización y ausencia de Espiritualidad

Desde los albores de nuestra existencia humana, hemos contado con una cuota de incertidumbre (actualmente muy llamado “factor sorpresa”) que ha ido decreciendo a medida que nuestros avances científicos resuelven una serie de interrogantes en torno al “bien común”. No deja de ser llamativo que el número de personas que se declare “creyente” en la actualidad sea comparativamente menor a la población de hace 40 años atrás.

Si pudiésemos caracterizar nuestra naturaleza humana, deberíamos decir que poseemos una vida racional y otra instintiva; somos capaces como seres humanos de frenar “racionalmente” nuestros impulsos primitivos siempre en virtud de nuestros objetivos. La gran pregunta que podemos hacernos es ¿Debemos negar la espiritualidad considerada como necesidad humana, en honor de resolver todas las interrogantes humanas mediante el uso de la ciencia? ¿Es moralmente correcto emprender una carrera en contra del “factor sorpresa” sin aceptar sus consecuencias?

Fácilmente podríamos considerar desde principios del medioevo el comienzo de esta cruzada con los alquimistas en sus escritos de fórmulas que pretendían controlar la vida al encontrar la forma de tener vida eterna. Sin embargo, podemos establecer que a lo largo de toda nuestra historia nos hemos dividido entre buscar la verdad y creer en ella; hemos sabido de religiones y corrientes filosóficas que han aparecido como también otras de las cuales simplemente tenemos el nombre y sus fundamentos. Desde el Animismo a los Mecanicistas, del Islam a la masonería. Esto demuestra que la búsqueda del conocimiento también es parte de nuestras necesidades como humanos. Es sabido por todos nosotros que el fanatismo en las personas no resuelve nuestros problemas, sin embargo no deja de insinuarse a la luz de nuestros actuales acontecimientos un posible “abuso” de la Ciencia y tecnología, transformándonos en una sociedad “Cientificista” que se encarga de predecir y explicar en demasía nuestro actuar, junto con las circunstancias que a ello lo rodean. No es difícil encontrar a muchas personas que hoy vivan solo a la luz de los efectos de fármacos para curar su ansiedad, falta de sueño, desmotivación. Lejos de desmerecer las intenciones de la gente que trabaja investigando nuevas curas para enfermedades, debemos reflexionar en cómo estamos manejando como sociedad estos males que no son más que consecuencias claras, de estilos de vida modificados y cada vez más alejados de nuestra naturaleza humana. Actualmente es mucho mas fácil, rápido y rentable para algunos interpretar estos síntomas como “enfermedad” que hacer un real análisis para encontrar solución a problemas de fondo que nos aquejan. La falta de solidaridad y de relaciones interpersonales lleva a un aislamiento en gran cantidad de gente que después va fervientemente a esperar la receta de un especialista que cure sus padecimientos con sustancias de las cuales el paciente no conoce siquiera sus componentes, efectos colaterales ni posibles repercusiones físicas. Cada vez encontramos más casos de depresión, alteraciones del sueño, alimentación y la lista no dejará de aumentar. En el diario y convulsionado vivir coexistimos con palabras “hipervaloradas” como la rapidez, eficiencia así como miles de otros conceptos que no hacen mas que llenarnos de un idealismo que coarta las reales necesidades físicas a favor del anhelado “progreso”.

Sólo si somos capaces de poder aceptar nuestra naturaleza y la del mundo que nos rodea, sabiendo que no podremos conocerlo nunca por completo, podremos reencontrarnos y vivir en armonía con nuestras circunstancias. Debemos dejar espacio para creer en algo mas allá de nuestra comprensión racional, ocupar nuestras bondades intelectivas sencillamente poder navegar por lo desconocido solo con un par de remos llamados creencias. No es menos “evolucionado” el que cree en una verdad versus el hombre de ciencia. La majestuosidad humana radica en poder convivir con ambas y poder cimentarnos en ella para existir junto a nuestras circunstancias.Todo esto puede concluir al decir que la mayor habilidad que poseemos no radica en lo corporal, sino en la capacidad inmaterial de generar herramientas para adaptarnos a cualquier jugada de nuestro querido “factor sorpresa”.

domingo, 8 de agosto de 2010

Agradecimientos

No pensé que llegase a tener tanto sentido un domingo. Clásicos días nostálgicos; encuentros y desencuentros de personas en terminales de buses, estaciones de trenes. No faltan las salidas de los grupos familiares que disfrutan cualquier cosa que implique salir de los metros cuadrados en los que vive, me alegra eso.

Hablando, me di cuenta de que puedes ayudar de muchas formas a una persona; el problema está en que uno a veces no se da ni cuenta y luego te llegan agradecimientos que nunca esperaste....suena raro que lo denomine un problema, cuando en realidad no lo es, pero creo que estamos acostumbrados al matrimonio problema-solución. Es increíble la cantidad de cosas que puedes aprender de experiencias tan lejanas de la bondad.



Dejar de aprender amigos míos... es dejar de vivir